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¡A probar el caldo de plátano!

  • Cassandra Monroy
  • 14 ene 2024
  • 4 Min. de lectura

El Plátano es una localidad del municipio de San Joaquín, la cual se encuentra al lado del río Extoraz, a 1 hora de la cabecera, pasando por caminos de terracería. Su clima es semidesértico, pero hay variedad de frutas como mangos, limones, papayas y, por supuesto, muchas matas de plátano.

En este artículo quiero hablarles de un guiso que es tradicional de la localidad y de la familia Guerrero: el caldo de plátano. Habíamos tenido noticia de este platillo desde hace algún tiempo y fue hasta diciembre del año pasado  que nos decidimos a investigar un poco más a fondo sobre esta joya gastronómica.

El día miércoles 18 de diciembre del año 2023, nos presentamos hasta la casa de don Tereso Guerrero, quien al lado de su hija nos recibieron amablemente en su hogar.

Para dar inicio con la entrevista, preguntamos acerca del origen del platillo, y don Tereso nos platicó que ha pasado de generación en generación; hace años no había nada que comer, y como se da mucho el plátano, la gente de antes comenzó a hacer el caldo. Pero afirma don Tereso que él fue quien agregó ingredientes al caldo para hacerlo más bueno. Don Tereso tiene fama de tener buena mano para la sazón.

Sobre los ingredientes, nos cuenta que son cosas que suelen sembrar y se dan en el lugar. El plátano con el que se suele hacer es el plátano guineo, pero que este no esté maduro; y con otro tipo de plátano con el que también puede hacerse es el plátano indio, pero no queda tan sabroso como con el otro.

Los ingredientes complementarios utilizados en el caldo son: jitomates, cebolla, ajo, comino, chile verde o chile colorado  y un ramito de yerbabuena.

Don Tereso nos explicó cómo se hacía todo el proceso del caldo, pero nos invitó a que regresáramos para que viéramos y probáramos este platillo.

Por tanto, el día jueves 4 de enero volvimos a la comunidad de El Plátano, tomándole la palabra a don Tereso, y vivir la experiencia de probar la gastronomía del caldo del plátano.

De nueva cuenta, nos recibieron de la manera más cálida en su hogar. Me hubiera gustado haber experimentado  el sazón de don Tereso, el cual nos mencionó que es él quien preparaba dicho alimento desde años atrás. Pero por cuestiones de salud no fue posible, aunque siempre estuvo inspeccionando su receta.

A mi experiencia, el caldo de plátano fue todo un proceso completamente artesanal, desde que se corta el manojo de racimos de plátano hasta que llega a tu plato. Para mí, ver la preparación fue algo con lo que solía estar familiarizada, pero volverlo a presenciar hizo surgir la nostalgia.

Empezamos viendo cómo desprendían los plátanos de su racimo, lavarlos y quitar su piel para después ser cortados en rodajas; mientras todo esto pasa, ya en la lumbre se ponen a tatemar los jitomates, chiles y tal vez uno o dos dientes de ajo. También en el fuego, ya está la cacerola de barro, en donde ponen a dorar unas rodajas de cebolla para después verter las rodajas de plátano.

Vemos cómo retiran los jitomates y los  chiles de las brasas, para después en el molcajete hacer una  salsa agregando sal, todo esto con un poco de agua. Elaborada la salsa, se echa junto  con las rodajas de plátano. El comino molido en el molcajete se une a la cacerola dejando que  todos los condimentos  agarren  solos su sabor y consistencia.

Mientras tanto, ya se está moliendo el maíz que  fue nixtamalizado una noche anterior. Del molino a mano se dio paso al metate donde este terminó por moler hasta el granito que pudo haber faltado, dando paso a unas de los rituales sagrados en la cocina tradicional y que podría ser que muchos no lo sepan: la señal de la cruz a la hora de preparar un alimento, símbolo utilizado para que la comida sepa bien o en este caso para  que las tortillas  salgan perfectas.

Al servirnos el caldo en el plato, en ese instante podría olerse el olor tan rico que desprendía la yerbabuena; el plátano pareció ser peculiar, ya que no contaba con ese sabor tan característico del plátano; podría decirse que su sabor es como el de una papa: suave al paladar, no tendrías que hacer mucho esfuerzo en masticarlo; su centro un poco agrio, no desagradable, se complementa bastante bien. Y mi parte favorita fue sin duda el caldo, ese picosito donde todos los condimentos se complementaban perfectamente bien y  la tortilla recién salida del comal consumaba la perfección.

Y para acompañar la comida, nada mejor que un pulque: bebida ancestral.

Sin lugar a dudas, la experiencia es auténtica. Arropada por la sencillez y calidez de la familia guerrero, dentro de su cocina tan propia de las comunidades rurales, se siente uno contento y enamorado de nuestras raíces.  Al final nos despedimos y quedamos agradecidos por tan rica comida y por toda la atención que nos brindaron.

Cabe mencionar que  la zona cuenta con unas cascadas de agua esmeralda, las cuales puedes visitar temprano a través de una caminata, y después comer el delicioso caldo de plátano con la familia Guerrero.

Así que quedan invitados a vivir un fin de semana en El Plátano, San Joaquín.

 

 

 
 
 

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